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Campaña Banco de Galicia - Julio y Agosto 2011 - IEO # Crónica V

Separación de la muestra de draga de roca en la cubierta del BO Miguel Oliver

Martes 9 de Agosto de 2011

Todo lo bueno se acaba, y esta campaña no es una excepción. En este momento en que se empieza a escribir esta última crónica, 16,00 h. del 9 de agosto, se está largando el trineo suprabentónico para tomar la última muestra de la campaña.

Esta mañana salió el GOC de 800 m, cargado, como siempre, de muchos invertebrados y peces sorprendentes, y de bastante coral, en su mayor parte muerto. El procesado de la muestra ha sido laborioso, pero no ha deparado en general grandes hallazgos. En este momento se está procesando un cierto volumen de sedimento y coral muerto traído a bordo por el bou de varas.

En esta zona “superficial” del banco de Galicia, parece haber pequeñas manchas de coral vivo, entre grandes masas de coral muerto. La investigación posterior del material recogido permitirá hacerse una idea del porqué de esta distribución. Lo que sí parece claro a la vista del estudio preliminar de las muestras a bordo es que las zonas en las que abunda el coral vivo son ricas en vida, mientras que los “cementerios” de coral son lugares en los que la vida es mucho menos diversa.

Retomando esta crónica donde la dejamos, el día 5 empezó largando un bou de varas a las 08,00 h. a casi 1.500 m de profundidad, en una zona un poco arriesgada porque se trata de un estrecho pasillo entre zonas rocosas en el que el arrastre es difícil. La corriente lleva el bou  hacia las rocas y no se puede hacer nada para evitarlo.  A las 11,00 h. llega a bordo un amasijo de malla verde y harapos del saco, un auténtico destrozo que les llevará horas coser al contramaestre José y a su equipo de marineros de cubierta. A pesar de llegar en esas condiciones, trae en su interior un pequeño tesoro de corales bambú, corales blandos arborescentes, un crustáceo de color rojo brillante que llama la atención, la esponja Aphrocallistes, que, junto a otras, hará las delicias de nuestra experta en esponjas, Pilar, además de tres pequeños tiburones, de los que uno de ellos podría ser una especie nueva, y que alegra aún más la cara de Cristina, la ictióloga especialista en condrictios.

Mientras separamos, identificamos, pesamos y medimos la muestra, se larga el trineo suprabentónico, que esperamos corra mejor suerte. Tras una tensa espera, Inma está feliz: el trineo ha regresado a bordo sano y salvo, sólo con una piedra de cierto tamaño encajada en la boca de entrada. El año pasado se perdió un trineo en la campaña del cañón de Avilés, por lo que no se pudo muestrear en el banco de Galicia hasta este año, en el que se ha construido el nuevo. Y, entre sus queridos y pequeños animales subrabentónicos, una nueva sorpresa: una preciosa esponja “de cristal” (Regardrella phoenix) prácticamente intacta (sólo le falta una pequeña parte de la base). Se trata de una esponja cilíndrica similar a la conocida “regadera de Filipinas” (Euplectella), con un fino esqueleto de espículas silíceas que forman un delicado entramado reticular. La regadera de Filipinas contiene con frecuencia en su interior una pareja (macho y hembra) de pequeños crustáceos similares a gambas, que entran a través del “enrejado” silíceo de la parte superior cuando son jóvenes, pero no pueden salir cuando crecen, quedando obligados a compartir ese habitáculo de cristal de por vida. En Japón, este hecho es considerado un símbolo de “amor eterno”. Nuestra “regadera de Galicia” no podría ser menos, pero sus simpáticos inquilinos (el “matrimonio” Spongicoloides) no se encuentran en su interior, sino en el bote situado al final de la red del trineo suprabentónico.  Entre la tripulación se manejan dos posibilidades: que, al romperse una parte de la base de la esponja la pareja fuese arrastrada accidental y trágicamente al fondo del copo; la otra, más dramática, es que sus dos habitantes estaban hartos de una forzada y larga convivencia, e intentaron escapar a casa de sus respectivos progenitores en cuanto vieron la oportunidad. En cualquier caso, el final no fue feliz, salvo desde el punto de vista de los científicos a bordo y, especialmente, de Vanesa y Joan, los especialistas en crustáceos.

Después de almorzar, se larga el GOC a 1.536 metros. Va a ser muy difícil mantener el rumbo preciso, pero el peso de las puertas ayudará para que la corriente no desvíe el arte. Las nuevas puertas que recogimos en Vigo el día 1 pesan casi tonelada y media cada una, lo que hace caer a pico el GOC. Se largan casi 3 km de cable. Al minuto de hacer firme, la red encalla, y la maquinilla empieza a soltar cable libremente para intentar escapar de la roca. Viramos con la preocupación de ver si se consigue recuperar la red; habrá que esperar pacientemente casi una hora para izar a bordo todo el cable largado. El puente está muy concurrido, pero apenas se habla. Suspiros de alivio al ver que llegan las puertas,  detrás vienen las malletas y el resto del arte milagrosamente entero, con apenas unas esponjas en forma de abanico (Phakellia), un pez de gran boca (Chauliodus) y algún trozo de coral bambú y restos de coral muerto.

En la cubierta se preparan para descolgar una de las puertas, una maniobra delicada y con cierto riesgo que hay que repetir cada vez que pasamos de un arte con dos cables (GOC) a otro con uno solo (bou, trineo, draga de roca, arrastre pelágico). Ahora es el turno de la draga de roca, está visto que éste es su terreno de juego. Cuando la puerta está suspendida de la cabria, de repente parte el cable de “kevlar”, el mismo material de alta resistencia con el que están fabricados los chalecos antibalas y los cascos de fórmula 1. El continuo roce con las pastecas ha hecho que el “ligero” peso de la puerta haya sido suficiente para partirlo, dando un peligroso latigazo que no ha causado un grave accidente porque los marineros estaban bien equipados y, sobre todo, bien colocados. ¡BUFFF! Vaya día, para colmo se ha metido la niebla y cae una ligera llovizna que no contribuye a levantar el ánimo, un poco decaído por lo sucedido.

Son las 18,00 h. y está virando ya la draga de roca.  Las “chicas de bentos”, Carmen y Pilar, y los malacólogos Serge y Ángel, la esperan con ansiedad, pues hoy apenas han tenido muestras.  A continuación, se larga la draga “box-corer”  en una zona próxima, y fin de la jornada de trabajo (diurno) por hoy, excepto para los “chicos del CTD”, Venicio y José, que ahora empiezan su jornada de trabajo. Sus horas de vigilia nocturna las entretienen entre largar e izar el CTD y registrar los datos, y viendo los animales que se acercan a las potentes luces del barco: calamares, peces e incluso un pez volador nadando cerca de la superficie con las alas desplegadas, que merodea un buen rato cerca de la borda.

El día 6 amanece gris, con mucha niebla y el mar algo agitado (estado 4 de la escala Douglas). Se comienza largando el bou de varas; puesto que ayer se terminó en cubierta con un solo cable, hay que aprovechar para utilizar las artes  que trabajan sin puertas y sólo necesitan un cable para operar. El bou trae a bordo esponjas variadas y unas diminutas “vieiras” casi transparentes que alegran a los malacólogos. Y los primeros cefalópodos capturados en el banco de Galicia en las tres campañas que se han realizado, un pulpo gelatinoso muy simpático con “orejitas” (sus aletas) (Opisthoteuthis), y otro que nunca habíamos visto, muy blando, con larguísimos tentáculos. Estamos todos emocionados haciéndoles fotos y tratando de identificarlos.

Cuando salimos de nuestro encierro bajo cubierta en el parque de pesca, descubrimos que hace un día soleado, sin apenas una nube en todo el cielo. Es curioso lo rápido que puede cambiar el tiempo aquí, en alta mar.

El trineo suprabentónico regresa a la cubierta medio cojo y renqueante, con un serio “esguince de patín”. Es increíble cómo ha podido deformarse una chapa de acero de casi dos centímetros de grosor, como si fuera de hojalata. Es sábado, y el equipo de máquinas interrumpe su descanso  para poner de nuevo a punto “el patín” con la profesionalidad y el altruismo que les caracteriza; después de un rato y de considerable esfuerzo, lo dejan como nuevo.

Se larga la draga de roca, pero algo falla allá abajo a 1.600 m (probablemente, un nuevo “tropezón” con una roca) y perdemos el saco y su celebrada “falda” protectora de flecos, similar a la de una bailarina de “hula-hula”. Pero ha habido suerte y el marco metálico de la draga sí logra recuperarse, así que la tripulación de cubierta se esmera en coserle el saco de red de repuesto y ponerle nuevos flecos de colores.

A continuación, falla también un intento con la draga “box-corer”, que apenas trae muestra suficiente; es difícil trabajar a estas profundidades, con lo que hay que repetir la operación. Es también una operación delicada, por la mayor complejidad del aparato, y de cierto riesgo, porque se opera en la borda de estribor, con el espacio justo, y con un aparato que pesa más de una tonelada.

Y, finalmente, se larga el arte grande, el GOC, a ver que trae en su amplio vientre. Los taxónomos están expectantes después de ver el aperitivo del bou. El lance no decepciona y trae de todo, desde las extrañas quimeras con sus grandes ojos de color verde aguamarina y sus reflejos azulados del lomo, a una raya blanca que jamás habíamos visto y los “ancianos” relojes anaranjados (Hoplostethus atlanticus), que se cree pueden vivir más de un siglo, salvo accidentes, como quedar atrapados por un GOC. Los ictiólogos no dan abasto, pero los especialistas en invertebrados también tienen para disfrutar: corales solitarios que parecen flores calcáreas, delicadas ofiuras, diminutos moluscos que se observan por primera vez en vivo, braquiópodos con frágiles conchas bivalvas, en fin, un interminable muestrario de la vida a esa profundidad, muy poco conocida. El día finaliza con la red de plancton WP2. Después de disfrutar de un precioso atardecer en la cubierta del puente, esperamos a que oscurezca para largar la red en busca de “polipondrios” (como  llama parte de la tripulación a todo lo que no sean peces); estamos en el pico, la parte más alta de este monte submarino. Por la noche, mientras continúan los muestreos de física con las estaciones de CTD, el resto del personal ha terminado ya su jornada laboral, y disfrutamos de una amena charla y unas cervezas en el salón de tripulantes.

El día 7 empiezan las labores con el GOC, que baja a 1.700 metros con sus boyas nuevas a prueba de la alta presión a esa profundidad. Es también casi el límite que nos impone el cable disponible a bordo, aunque seguimos rumiando el husmear algo más allá. El premio: un montón de holoturias soltando grandes cantidades de baba que impregnan toda la muestra; unos parientes de las quimeras aún más extraños que ellas (Hydrolagus); otra raya blanquísima que habrá que mirar con detalle; cinco especies de tiburones, algunos pequeños y otros de más de un metro de longitud, que a duras penas se pueden manipular para tomar las medidas; de nuevo los grandes cangrejos espinosos rojos que podrían ser una especie no descrita; lo que ya viene siendo habitual estos días, multitud de peces negros como el carbón (Roulenia, Alepocephalus), y más feos que Picio, aunque eso no parece afectar a la felicidad de los ictiólogos;  algún erizo “boina” (Araeosoma, de caparazón blando, a diferencia de la mayoría de los erizos de mar); preciosas estrellas de mar, y algunos moluscos novedosos más.

Luego, se opera con el trineo suprabentónico, repitiendo una muestra anterior que no fue válida porque se descosió la red. El bou vuelve más tarde a la superficie con pequeñas rocas y más material para procesar. En fin, la rutina de cada día, y que no nos falte.

A las 18,15 h. se avista un gran velero, mientras los marineros preparan en cubierta el arte pelágico, y Antía y Carmen esperan en el laboratorio húmedo con los botes preparados para recoger la muestra de sedimento que suba la draga “box-corer”. Un poco más tarde, se repite el experimento de atraer a las pocas aves marinas que hay por la zona. Martí, nuestro ornitólogo, y Xulio, han preparado un “potingue” a base de pescado podrido, aceite vegetal y palomitas de maíz (para hacer flotar la mezcla) para atraerlas; el año pasado funcionó… y éste parece que también.

El día 8 batimos nuestro propio récord de profundidad, con muestras muy valiosas tomadas con GOC, bou y trineo suprabentónico a 1.800 m, en el mismo límite de la capacidad de trabajo de los aparejos. La tarde es amenizada por el avistamiento de un rorcual común, que se aproxima a menos de 200 m del “Miguel Oliver”. El procesado de las muestras nos lleva hasta más de la medianoche, pero el fruto nos maravilla a todos. Se trata de una zona casi al pie de la abrupta vertiente oriental del banco, con una gran riqueza faunística. Casi no quedan fuerzas para la habitual cerveza y charla en el salón de la tripulación.

Aquí terminan las crónicas de una campaña muy productiva en lo científico y, no menos importante, enriquecedora en lo personal para todos los que en ella hemos participado. Quedan atrás unos días de camaradería y amistad que han pasado volando, en los que todos hemos aprendido de todos, y de la mar. Ojalá repitamos en un futuro cercano experiencias tan gratas como ésta en una próxima campaña a bordo del “Miguel Oliver”.

Desde el océano Atlántico, en ruta hacia Vigo, les agradecen su atención y les saludan los “protagonistas” de esta “aventura”: por la tripulación permanente,  que ha hecho posible y agradable nuestra vida a bordo, Luis (capitán), (Crisanto y José, primer y segundo oficiales), Miguel (jefe de máquinas) y su equipo (Miguel...), José (contramaestre) y el resto de la tripulación de cubierta, Vicente, Celso, Porfirio, Jesicca y Broullon (cocineros y camareros), Manuel (que mantiene el equipo informático y nos mantiene a todos conectados con el mundo); por la tripulación científica, Alberto (jefe de campaña), Ana y Paco (trineo fotogramétrico “Politolana”), Javier y Antonio (jefes de cubierta), Antía y Carmen (endobentos), Venicio y José (oceanografía, CTD), Inma (trineo suprabentónico), Carmen, Pili, Pilar y Javier (epibentos), Julio (bentos), Alfredo (Aquarium Finisterrae), Marian (muestreos ictiología y datos), Esther, Izaskun, Juan Carlos, Rafael y Xulio (ictiología, pesquerías y redes tróficas); Cristina (elasmobranquios, es decir, tiburones y rayas), Vanesa y Joan (fauna bentopelágica, crustáceos); Serge y Ángel (moluscos), y Martí, el más joven de la tripulación (aves y otros animales superiores, no peces ni “polipondrios”).

(Publicado 10 Agosto 2011)

Rafa Bañón examinando una quimera del género (Hydrolagus)
Gasterópodo del género (Strobiligera) © IEO
Separación de la muestra de draga de roca en la cubierta del BO Miguel Oliver
Rorcual común avistado en la campaña © Javier Veiga
Captura del GOC, dominada por peces del género Alepocephalus y erizos de lápices (Cidaris)
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