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Canal de Menorca Campaign - August and September 2011 - IEO - Trineo de Crónicas (I) , by Enric Culat
Trineo de crónicas, por Enric Culat
7-Septiembre-2011. Entrada del Miguel Oliver en el puerto de Maó
Me llamo Enric Culat y soy un periodista residente en Palma de Mallorca y especializado en temas de medio ambiente y en general en la divulgación de la ciencia. He tenido la suerte de poder incorporarme en el último tramo de la campaña del buque oceanográfico Miguel Oliver en el canal de Menorca, dentro del proyecto INDEMARES y que como sabéis pretende estudiar y designar las Áreas Marinas Protegidas que formarán parte de la Red Natura 2000.
Llegué a Menorca a media tarde. El jefe de campaña, Joan Moranta, me había dado una serie de precisas indicaciones acerca del lugar exacto en el que el Miguel Oliver, realizaría las maniobras de atraque en el puerto de Maó. Imposible no reparar en él. Con una eslora de 70 metros, una manga de 14,40 metros y un calado aéreo de 20 metros, la entrada del buque en el puerto no pasó desapercibida. Ni para mí, ni para los numerosos turistas y viandantes que con creciente expectación presenciaron la aproximación del flamante e imponente barco de la Secretaria General del Mar.
Pintado de azul y blanco, el Miguel Oliver es un barco casi nuevo, ya que entró en funcionamiento en 2007. Se nota en la falta de oxidación del casco, en su brillo y hasta en el olor a pintura que desprende. Dispone de dos propulsores con una potencia de 1.000 kilowatios cada uno, con los que se consigue una velocidad punta de hasta 14 nudos. De sus prestaciones destaca su gran maniobrabilidad. “Si quisiera podría navegar dentro de un cubo de agua”, me explicó sonriendo su capitán, Crisanto Devesa, al poco de subir a bordo, darme la bienvenida y empezar a mostrarme los sistemas de navegación desde el espacioso y moderno puente de mando.
Con un equipamiento tecnológico puntero, el Miguel Oliver cuenta con tres radares, tres ecosondas y seis laboratorios, además de sofisticados sistemas de posicionamiento y navegación. El barco presume de ser uno de los más ecológicos y silenciosos del mundo, gracias a su sistema de propulsión diesel y eléctrica, destacando la baja emisión de vibraciones del buque, “con las ventajas que ello implica para las especies pelágicas y en general para el medio marino”, me explicó al respecto el capitán del Miguel Oliver.
El barco está equipado con sistemas acústicos destinados básicamente a la detección de pesca, aunque puede llevar a cabo otros proyectos de investigación oceanográfica con equipos de última generación que le permiten ser “uno de los cinco más punteros en el ámbito internacional de embarcaciones científicas” según pude leer después en una publicación editada por Astilleros MCIES, la empresa constructora del barco, y que amablemente me había entregado el capitán Crisanto Devesa el día de mi incorporación en la campaña.
9-Septiembre-2011. Mar plana en el cañón de son Bou
Ya llevamos más de un día navegando desde que dejamos el port de Maó. Por cierto, a la salida del puerto pude distinguir, ni que fuera de lejos y desde la cubierta del barco, la silueta recortada en la costa de la Estación de Investigación Jaume Ferrer de la Mola de Menorca. Un centro de investigación de reciente creación -de la Direcció General d’R+D i Universitats del Govern y que cuenta con la dirección científica del IEO- que espero poder visitar con detenimiento en otra ocasión. Su coordinador científico, Joan Moranta -a la vez el jefe de la campaña INDEMARES en el canal de Menorca- me ha sugerido en más de una ocasión la posibilidad de organizar la emisión del programa de radio “Balears fa Ciència” desde esta Estación de Investigación. ¿O fui yo quien le hizo la propuesta a él? En cualquier caso ojalá podamos llevar a cabo este proyecto de divulgación en un futuro no muy lejano; me gustaría mucho!
Desde que llegué a Menorca el mar está completamente plano, calmo y estático. En estas condiciones, el Miguel Oliver parece deslizarse sin la más mínima dificultad, surcando el agua casi como “de puntitas”, sin apenas el más mínimo roce con el agua y todavía con menos ruido y vibraciones, si ello es posible, convirtiéndolo sin duda ninguna en el barco más silencioso y ligero del planeta Tierra. Desde el interior del buque, el balanceo diría que es casi anecdótico, imperceptible.
La sensación de paz y de tranquilidad que me envuelve, cada vez que miro hacia este horizonte de azul congelado e infinito, contrasta con el ritmo de trabajo frenético de los científicos, una veintena larga de investigadores procedentes del Centre Oceanogràfic de Balears, el CSIC, l’Institut de Ciencies del Mar de Barcelona, la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad Autónoma de Madrid i también de la Dirección General de Universidades e Investigación.
Mi aclimatación al barco y a la campaña está siendo muy rápida. El Miguel Oliver y toda su tripulación -científicos, oficiales y marineros- me han puesto las cosas fáciles. Yo he tratado de hacer lo mismo con ellos, mirando de dosificar, en la medida de lo posible, mi interminable batería de preguntas de periodista y reprimiendo mi impaciencia por saber todos los detalles de la campaña en el primer día. Mejor poco a poco.
Entre ayer y hoy llevamos unas 10 estaciones en las cuales los científicos no parecen cansarse nunca de separar y catalogar especies marinas. Primero se lanzan al agua los trineos. El suprabentónico para el muestreo de organismos que viven en la primera capa de la columna de agua sobre el fondo marino. El epibentónico para la columna de agua aún más enganchada al fondo, sea de arena, de rocas o de algas.
Con los trineos se suben las muestras del fondo y gracias a ellas los científicos separan las especies. Mientras tanto, otro equipo revisa las imágenes y vídeos del fondo marino. Un tercer equipo de geólogos cartografía el área de estudio, obteniendo planos topográficos y geológicos de gran detalle. Por cierto, en el cañón de Son Bou hemos superado los 900 metros de profundidad, que contrasta con la media de 50 a 60 metros en la cual solemos movernos habitualmente.
Con tantos pares de ojos de científicos escrutando el canal de Menorca será imposible que se nos escape ni un solo detalle, ni que quede un solo rincón sin explorar. “Ya teníamos mucha información previa -me explica Joan Moranta- pero como la fauna cambia constantemente en función del tipo de fondo conviene realizar muchas replicas y repasar las zonas por las que ya hemos pasado, pero sin dejarnos las que aún nos faltan por explorar”.
Cae el sol. Es mi segundo atardecer tranquilo, anaranjado y silencioso en el canal de Menorca. Desde el puente de mando, Moranta revisa con el capitán las coordenadas de un nuevo punto de parada del barco para proceder al último muestreo de la jornada.
Con todo el trabajo que se está llevando a cabo estos días, los especialistas dispondrán de una visión muy completa, de incalculable valor científico, de los diferentes hábitats del Canal de Menorca. Pero aún queda una tarea importante, cuando termine la campaña, que deberá completarse en tierra, desde los respectivos centros de investigación. “Será entonces cuando podremos hacer propuestas concretas de las áreas de especial interés o puntos de elevado valor ecológico para que estas zonas puedan ser protegidas”, puntualiza el jefe de campaña.
Se ha hecho de noche y el barco sigue sin apenas moverse ni balancearse. Con evidentes signos de cansancio en el rostro, los biólogos empiezan a retirarse a sus camarotes respectivos. Los geólogos de la campaña, en cambio, se acomodan delante de sus ordenadores en la sala de acústica del barco donde, por turnos, pasaran la mayor parte de la noche cartografiando el fondo marino bajo la batuta experta de Araceli Muñoz. Me despido de ella y de su equipo deseándoles una agradable y provechosa noche.
11-Septiembre-2011. Día de regalos
Sigue el buen tiempo en el Canal de Menorca.
Las 14 horas en punto. Nuestras coordenadas son N - 39º 47 890’ y E - 003º 34.454’ Justo en proa podemos distinguir las montañas de la Península del Llevant de Mallorca, iluminadas por este imponente sol que no parece querer abandonarnos ni un solo instante. Vamos a sólo 1,5 nudos, una velocidad moderada que nos permite sumergir y arrastrar el patín epibentónico que en estos momentos nos persigue sigilosamente flotando desde popa, a la caza y captura de crustáceos, equinodermos, peces y ascidias.
Sopla una ligera brisa de 10 nudos en dirección sureste. El segundo oficial de a bordo, Genaro Cao, me ha dado una clase acelerada para poder leer, y sobre todo entender, los datos más básicos registrados en los sistemas informáticos del puente de mando del Miguel Oliver. La pantalla de uno de los monitores llama poderosamente mi atención por las curvas retorcidas trazadas en todas direcciones y formas, resultado de las decenas de transectos realizados en lo que llevamos de campaña; “un total de 2.200 millas hasta la fecha” precisa al respecto el segundo oficial.
Ya que estoy rodeado de trineos y patines flotantes, sean epibentónicos o suprabentónicos, se me ha ocurrido bautizar este diario escrito con el nombre de “Trineo de crónicas”. Poco ingenioso, lo reconozco, pero al jefe de campaña le ha parecido bien mi ocurrencia. Qué remedio! Después de todo no hay otro periodista a bordo. Bueno, con el permiso de Marcial Cosme, el joven y animoso estudiante de Biología en prácticas que por su parte está relatando también sus experiencias en el barco, además de realizar un excelente trabajo de apoyo al personal científico de la campaña.
Como hoy es domingo, los cocineros del Miguel Oliver nos han obsequiado con un variado y exquisito surtido de aperitivos acompañado de vino Albariño. Hoy debe ser el día de los regalos, ya que antes de comer, la responsable del equipo de geólogos, Araceli Muñoz, me ha hecho otro obsequio y me ha enviado por correo electrónico una interesantísima foto del mapa del fondo geológico del cañón de son Bou, una especie de valle submarino de 18,5 kilómetros de largo por 2,5 de ancho. Desde la cabecera, a 49 metros de profundidad, el cañón va sumergiéndose rápidamente en desnivel hasta alcanzar los 1.152 de profundidad justo en el centro del valle. “Nunca lo habíamos cartografiado con tanto detalle como hasta ahora”, me ha explicado Araceli después de imprimir la fotografía.
Los datos con los que se ha podido confeccionar el mapa, recogidos cada 4 milisegundos en función del nivel de profundidad gracias a las ecosondas multihaz, acabaran de procesarse completamente en tierra y servirán para que los científicos de sucesivas campañas de investigación a realizar en el canal de Menorca puedan lanzar al agua todo tipo de sondas y dragas con las máximas garantías de éxito. “Evidentemente no es lo mismo desplazar una sonda en un fondo arenoso que hacerlo en una pradera de algas calcáreas; conviene realizar un trabajo previo de cartografía lo más detallado que sea posible”, me explica la experta en geología.
(Publicado 12 Septiembre 2011)